De todas las fechas que recordamos en el mes de Noviembre (Día de los Santos, de la
Tradición, de la música, de la Soberanía Nacional, de la Paz, etc.) quiero
hacer mención a una que no es de las más conocidas pero a la vez tiene para
nuestra comunidad un significado muy importante: 25 de Noviembre, “Día del
Marino Mercante”.
Precisamente fue un 25 de Noviembre de 1799, épocas del
Virreynato, cuando comenzó a funcionar la Escuela Nacional de Náutica creada por
el Consulado a instancias de Manuel Belgrano el 30 de Marzo del mismo año-
Hasta aquí los datos históricos. Con el devenir de los tiempos la actividad
náutica (marítima y especialmente fluvial) fue creciendo como medio de
transporte de personas y mercaderías vinculando con la creación de muchos
puertos al extenso recorrido del Río Paraná desde Bs. As. hasta Paraguay.
Así nació seguramente el puerto de nuestra localidad y llegó
el embarcadero flotante como parte de la infraestructura necesaria para poder
operar.
El buen puerto natural hizo que la fábrica de yeso fundada
en 1824 por don Rodolfo Aebi se instalara en ese lugar que permitía el acceso
de los barcos que llevaban toda la producción a los centros de consumo más
importantes (Bs. As., Rosario, Santa Fe). Yo particularmente recuerdo al
“Ciudad de Encarnación”, “El Progreso”, “La Urbana” y el “Roma” los barcos que
eran tripulados en su gran mayoría por hombres de Hernandarias que hicieron de
esta actividad su medio de vida. Y esta sea tal vez la explicación del porqué
en nuestro pueblo hay tantas personas actualmente dedicadas a este trabajo, ya
sea en el río (arena y piedra) como en el mar (pesca o transporte). Conforman
para nosotros una verdadera industria sin humo ya que todas residen con sus
familias en el pueblo y traen mensualmente sus ingresos invirtiéndolos y
generando de esta manera un movimiento económico de importancia, comprando en
sus negocios, construyendo sus viviendas, pagando sus impuestos, contribuyendo
con cooperadoras y clubes, atendiendo su salud, etc., etc.…
El saludo entonces para todos los “embarcados” como les
decimos habitualmente y el reconocimiento de que tenemos con ellos una deuda
mínima que consiste en brindarles un lugar físico apropiado desde donde
comenzar su viaje o donde arribar tras las jornadas de labor sin soportar las
inclemencias del tiempo (frío, calor, lluvias), esto es una Terminal de
Ómnibus, tanto tiempo postergada.
Por Ricardo Bertonchini