Amigos: seguir a Jesús implica abrir el corazón, comprender, perdonar,
convivir sin resentimientos…
En estos días, ante la
constante pérdida de valores morales y espirituales, resulta complicado
introducir este mensaje, porque muchas veces al que obra de esta forma se lo ve
como un “bicho raro” o bien se piensa que es una filosofía de vida poco
práctica y desactualizada. Esto no debe desanimarnos. Sé que, a veces, las
presiones son tantas, que nos parece más sencillo callar y seguir el ritmo de lo habitual, pero nos
confundimos. El que se compromete a anunciar la Palabra de Dios, a convertirse
en verdadero hijo del Padre, se siente impulsado a despertar la conciencia de
los demás a través de su testimonio de amor y humildad. ¿Dónde? En cualquier
lugar: el hogar, el trabajo, las amistades, la diversión, el barrio… Cualquier
momento y situación es buena para hacer algo en nombre de Jesús. Nuestro Señor
fue ¡tan claro! Cuando nos dijo: “Por el amor que se tengan unos a otros el
mundo conocerá que son mis discípulos” que no podemos decir que no sabemos como
hacer. Solo se trata de respetarnos y manifestar ese amor en la convivencia;
¡cuidado!, no de justificar y aceptar las malas acciones, sino de obrar con
sinceridad, honestidad y humildad. Una sola de estas virtudes desarrolladas y
multiplicadas será suficiente para que el amor de Dios se irradie hasta en los
lugares más insólitos.
El Padre sabe que sus hijos
tenemos defectos, pero, tanto en ustedes como en mí, El ha depositado su
confianza. No lo defraudemos.
Reflexión del P. Ignacio Peries. Fuente:
Cristo Hoy!, semanario católico